Representación y Delegación, o cómo el poder político manipula el lenguaje para perpetuarse

Cualquier persona con unos mínimos conocimientos de lingüística sabe que el lenguaje no es un fenómeno políticamente neutro ni aséptico. Aunque en principio parezca intrascendente el hecho de denominar mesa o hurja a lo que entendemos por mesa -lo relevante es que el emisor y el receptor del mensaje le den un mismo significado al término-, esto no es realmente así, o al menos no es siempre así. No lo es, claramente, cuando se refiere a hechos sociales, en los que hay siempre en juego unas determinadas relaciones de poder entre las partes implicadas. Y lo político sin ninguna duda forma parte de lo social (por algo la ciencia política es una ciencia social): lo que alguien de-cuyo-nombre-no-quiero-acordarme siempre había denominado banda terrorista de repente se convirtió en movimiento de liberación nacional, en función de la estrategia política elegida en cada momento.

Podríamos buscar ejemplos en cualquier ámbito de la política, y estoy seguro de que encontraríamos multitud de ellos. Pero me gustaría centrarme en uno que me parece especialmente interesante porque ataca al núcleo mismo del sistema político que conocemos, y padecemos, como democracia representativa y que, haciendo un juego de palabras con el conocido lema utilizado (no por primera vez) por el movimiento 15M, no lo es. No es democracia porque no es la voluntad popular quien toma las decisiones, lo que ha quedado más claro que nunca en los últimos años: las elecciones en la práctica sólo consisten en decidir quienes van a ser los dictadores por un tiempo para poder cambiarlos o no a la próxima ocasión, nada pintamos entre una y otra, y nada pintamos en cualquier otra decisión. Pero tampoco es representativa, y leer esto quizá sorprenda a muchas personas pero es literalmente así; de nuevo acierta el 15M clamando “que no, que no, que no nos representan”.

Representar es volver a hacer presente algo que no lo está. Si alguien no puede acudir a una reunión o a un acontecimiento en el que tiene un papel, un poder de decisión (y esto puede suceder también porque esa persona sea colectiva, como un colectivo, valga la redundancia, o jurídica, como una organización formal), enviará a otra persona (individual y física) como representante suya. Pero para que ésta realmente represente a la primera, no puede hacer lo que quiera sino lo que haría la representada; ha de comportarse como ella lo haría para hacerla, simbólicamente, presente. Podemos entenderlo mejor pensando qué sucedería si una persona representante de los trabajadores actuara en una negociación según los intereses de la patronal, o incluso los de cualquier otro colectivo; lógicamente sería (ejem, …en teoría) destituida de su cargo.

Y ahora viene la pregunta del millón: ¿podemos decir que los cargos electos, supuestos representantes del pueblo, actúan en el desempeño de sus funciones como realmente lo haría el pueblo, es decir, según los propios criterios del pueblo? Si tu respuesta es afirmativa te recomiendo que cojas ahora mismo tu televisor y acto seguido lo lances por la ventana, pues probablemente es el causante de tu ceguera: sólo una infección mediática en lo más profundo de tu cerebelo puede haberte convencido de que el pueblo habría decidido los rescates bancarios y los recortes en (su) sanidad, en (su) educación o en (sus) derechos laborales. Como es manifiestamente falso que habría decidido la participación y el apoyo del Estado español en la invasión de Irak, porque todas las encuestas señalaban que más del noventa por ciento de la población afirmaba estar en contra.

Pero no estoy diciendo que esos representantes del pueblo no cumplan formalmente con el encargo que recibieron del pueblo. Sencillamente porque en las denominadas democracias representativas ese encargo no consiste en realidad en representar a nadie, sino en asumir la delegación de un poder legítimo (el único legítimo, por cierto), el poder popular. Poder que, al convertirse por la vía legal en poder delegado, es decir, al aceptar por medio del voto que el político elegido sea quien decida, paradójicamente se anula a sí mismo.

Se anula a sí mismo porque delegar es perder. Es ceder tu soberanía a otra persona, es darle algo tuyo que por tanto pierdes. No puedes ir al parlamento un día y decir que en tal o cual asunto tu decisión es hacer esto o aquello, que tu soberanía en ese asunto la ejerces tú personalmente. Se la diste a otra persona, y hasta las próximas elecciones no puedes decidir si se la mantienes o… se la das a otra persona, porque nunca te van a permitir ejercerla tú misma, siempre has de cederla, siempre has de perderla, por sistema. Concretamente por el sistema que nos venden como democracia representativa para que nos creamos que con él conservamos nuestra soberanía, pero es mentira. Es un sistema político delegativo y por tanto, como hemos visto, incompatible con la democracia, que por definición implica que el pueblo tenga -retenga, mantenga- su soberanía, que no la ceda, que no la pierda.

Representativo sería un sistema en el que alguien recibe por parte de las personas (individuales o colectivas) representadas unas directrices claras, unas instrucciones, o incluso decisiones concretas sobre el asunto en cuestión, y se limita simplemente a transmitirlas, no a decidir ella misma, sino a expresarlas tal y como lo harían las propias personas representadas si estuvieran presentes, a representarlas. Sin robarles su soberanía.

Pero todo esto es algo que ningún político ni sus cómplices nos van nunca a decir, claro, porque si nos enteráramos se les iba a acabar el chollo inmediatamente… y algunas personas ya lo vamos descubriendo.

5 thoughts on “Representación y Delegación, o cómo el poder político manipula el lenguaje para perpetuarse

  1. Lo he podido leer ahora con calma y me ha gustado mucho. Sí es sociología y, además, utilizas la técnica de anàlisis del discurso. Una herramienta fundamental para comprender – transformar la realidad y sus vínculos con el poder.

    Si no te importa, lo voy a compartir en la página de face ‘Friends of Sociological Diversia’.

    Muchas gracias por ponerlo en mi biografía y un saludo,

    Fátima Perelló

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